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El individualismo

El individualismo
En el lenguaje cotidiano o popular, el término “individualismo” puede emplearse como sinónimo de egocentrismo, egoísmo, en relación con el tipo de conductas en las que prima el deseo individual por sobre el bienestar grupal.
Los valores tradicionales, como el respeto a los mayores, la responsabilidad, la honestidad, la solidaridad y el sentido del deber, se ven cada vez más relegados a un segundo plano, y son eclipsados por el individualismo, el materialismo y la búsqueda del placer inmediato.
La pérdida de valores tradicionales se produce, en parte, como resultado de la influencia de la cultura del consumo, que promueve la satisfacción de los deseos individuales por encima del bien común. La publicidad, los medios de comunicación y las redes sociales nos bombardean constantemente con mensajes. El objetivo es empujarnos a comprar, a consumir, a acumular bienes materiales como fuente de felicidad y de estatus social. La obsesión por el consumo nos aleja de los valores más importantes de la vida, como la amistad, el amor, la familia, la espiritualidad y el compromiso social.
Además, la erosión de esos valores tradicionales se ve agravada por la falta de referentes sólidos. La falta de figuras de autoridad que guíen e inspiren lleva a buscar modelos alternativos en la cultura popular, en las redes sociales o en grupos marginales. Allí, a menudo, encuentran valores deformados y comportamientos antisociales.
Esta conducta, una de las características de la sociedad moderna, se convierte en un reto para la familia como institución social. El individualismo exasperado debilita los lazos familiares y fomenta la desintegración social. En una sociedad individualista, las personas se preocupan más por sus propios intereses y necesidades, que por el bienestar de la familia y de la comunidad. En el individualismo las personas se sienten presionadas a competir entre sí, a destacar por encima de los demás y a acumular bienes materiales como símbolo de éxito. La competencia constante puede generar una sensación de soledad y aislamiento.
La familia, es un antídoto para todo lo anteriormente expuesto. Es un espacio donde se fomentan la solidaridad, la cooperación y el compromiso con el bien común. En el que se sienten valorados y aceptados por quienes son, no por lo que tienen o por lo que hacen. Por tanto, es un refugio, un lugar donde se cultivan valores esenciales para la construcción de una sociedad más justa y solidaria.
Pero para fortalecer la familia, es necesario promover políticas públicas que las apoyen, que fomenten la conciliación laboral y familiar, que garanticen el acceso a una educación de calidad y que promuevan la participación de las familias en la vida comunitaria. También es necesario un cambio cultural que valore el tiempo en familia, el diálogo entre generaciones y la transmisión de valores positivos.
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Xisco Cruz

Periodista de Menorca al Dia

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