¿Por qué Robert Redford no tiene una estrella? Quizá porque no fue un actor, fue solo Robert Redford. Un hombre que, cuando interpretaba un personaje, no dejaba de ser él. O al revés, cuando interpretaba un personaje, se podía entender que si salía de la tela de la pantalla no dejaría de ser el mismo Robert Redford.
Era tan bueno o tan malo, o tan limitado o tan ilimitado que cuando hacía una película era en pantalla el mismo tipo que en la vida, y sus personajes eran él, y él sus personajes. Esa simbiosis es el privilegio de los dioses, buenos o malos, que Marlon Brando no consiguió alcanzar. Marlon Brando era él cuando no estaba en un rollo de película, pero cuando estaba en la película era “El padrino”. Mientras que Robert Redford era él cuándo estaba fuera de la pantalla y cuando estaba dentro. Por eso supongo que no le premiaron nunca con un Óscar, porque premian a actores que son hombres, y no a hombres que son actores.
¿Qué sabemos de su vida privada? Pues más bien poco, alejado, retirado, en Utah, quizá hablando a los caballos como “El hombre que susurraba a los caballos”. Sus películas eran cine, arte, pero no eran un arte cualquiera, eran como el hiperrealismo de la naturaleza o de la sociedad, en la que él era el cuadro y la película el marco. No recuerdo una sola escena violenta en la que haya participado, salvo las de dos hombre y un destino pero era una violencia de buenos y malos y de cartón piedra con sentido del humor. Películas en las que la naturaleza era su compañera, como en Memorias de África, maravilloso vuelo en avión por África junto a su compañera de reparto, Meryl Streep, que después rompería el mundo con Clint Eastwood y “Los puentes de Madison”.
Ese “hombre-actor-hombre” era como una trilogía en si mismo. Era como el hombre pájaro que desciende a la tierra desde la cima de una montaña. Me lo imagino haciendo esa escena, rubio, en lo alto de un monte de Estados Unidos, con un casco que le permite que el flequillo rubio le salga hacia la frente, enfundado en un mono que despliega una especie de alas, tirándose al aire, y volando con el viento dándole en la frente y con esos ojos y la sonrisa mientras disfruta de la vida al son de una música orquestal maravillosa, y allá abajo los animales corriendo o el mar a lo lejos, siendo uno con el todo, porque así interpretaba,
Era como la vida que aparecía en una prisión de incógnito para integrarse con los presos y ver en qué condiciones vivían antes de presentarse como alcaide, o como el general héroe de guerra internado en una prisión militar capaz de movilizar en una batalla absurda a toda la prisión haciendo desafío y vencer a la falta de libertad. Él era quien tapaba sin querer a los genios actores que trabajaron con él.No es él quien hizo una película con Marlon Brando (La jauría humana) es Marlon Brando quien hizo una película con él. Capaz de catapultar a sus parejas de reparto hacia el paseo de la fama, y él por su parte pasar a un segundo o tercer plano.
Solo ha habido un actor que ha estado a su altura y viceversa que es Paul Newman. Repartos en los que un par de sinvergüenzas delincuentes se hacían simpáticos por su forma de ver la vida y de engañar o morir. Uno y otro se potenciaban y alimentaban, y nos hacían soñar en que también siendo un truhán se puede ser libre sin matar a nadie porque en el fondo lo que nos ponen los dos en los ojos es que la vida es un caleidoscopio.
Hablar de él es hablar de cosas buenas, de vida bella, de causas, de libertad, de personajes únicos, tipo “a mi manera”. Supongo que por ahí anda con Frank Sinatra cantándola. No hizo Casablanca, pero podría haber hecho una segunda versión y hubiera sido maravillosa. También andará por ahí con Humphrey Bogart o con Steve Mc Queen preparando una segunda versión de “La gran evasión”. Es esto, hay películas en que no me las imagino posibles con otros actores diferentes a los que las han hecho, sin embargo con él sí puedo, algunas. No le veo haciendo Titanic, pero sí interpretando el personaje de Tristán, Brad Pitt de “Leyendas de pasión”, o bailando un último tango ciego con una mujer que no puede ver pero si oler (Esencia de mujer). Le daría otro aire a la escena y a la película, otra interpretación tan genial como la de Al Pacino y más en Robert Redford. Pero no me lo imagino trabajando con Hitchcock o con Tarantino, ni un cine bélico de sangre sino con la guerra como simple decorado con la historia humana, como lo más importante, entre bambalinas.
Un grande que se nos ha ido con una mano en un bolsillo, la chaqueta colgando de un hombro agarrada con la otra mano y sombrero ladeado. Supongo que se habrá presentado donde sea que se vaya, de incógnito a ver como organiza Dios las cosas en el cielo, o a husmear si San Pedro como alcaide es un buen tipo. Tengo dudas por si le cae un mínimo purgatorio de “Una proposición indecente”, pero supongo yo que Dios es cinéfilo y como en el fondo lo que hace en esa película es poner en evidencia de manera cínica la capacidad de corrupción del hombre y de tentación del diablo, se lo pasará por encima y le dará cuatro zascas al portero de las puertas del cielo, las de Eric Clapton, para que tome ejemplo de cómo se hace doctrina.
Se nos ha ido alguien que ha representado y vivido cosas muy bellas, dentro del espíritu americano tradicional de derechos civiles, y nosotros hemos tenido la suerte de verlo y vivir la hora con el reloj en la muñeca izquierda, como él lo llevaba. Creo que ha tenido la suerte de irse antes de verse pillado en la marabunta en la que los norteamericanos se están viendo pillados y, el resto, de rebote.
Hasta para esto ha sido un genio. La suerte que tenemos es que siempre nos quedarán sus películas, sus personajes, sus compañeros y compañeras de reparto y sus maravillosos regalos de vida y luz, en esta oscuridad en la que vivimos. Como no había diferencia entre él y sus películas, cuando lo veamos no veremos a un actor representando un personaje, veremos a un personaje representando a un actor, Robert Redford que sigue con nosotros.
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